Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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jueves, 17 de septiembre de 2015

Las espadas que cortan almas.

Afilo mis espadas pesadas, de hojas afiladas y manchas de sangre de todos los colores.
Me tranquilizo con el respirar de sus sueños profundos, con el chisporrotear del fuego en la madera, con el sonido del viento en mis orejas rojas. 
Me tranquilizo saboreando cada segundo que vivo por si va a ser el último.
Me tranquilizo cuando veo comida en nuestros platos y el Sol apareciendo débilmente entre la oscuridad y las nubes.
Afilo mis espadas, fuertes y rápidas, manchadas de gritos y dolor. Lo hago con condecoro, como quien va al funeral de un amigo e intenta mantenerse en pie pero no riendo.
Vendo bajo la Luna mis heridas con fuerza, exploto las ampollas de mis dedos, empapo mis quemaduras de ungüentos, aprieto los torniquetes con rabia y lágrimas, me retuerzo hasta notar cada hueso donde debería estar, me lavo la cara con sangre de vaca aguada y me acuesto mirando las estrellas como si fueran escopetas apuntándome cada noche por ser quien soy.
No duermo, pienso con los ojos cerrados cuál será el siguiente paso, dónde encontraré otro animal y otro río, con suerte. No duermo, recuerdo días mejores y días peores intentando no deshacerme con la arena de debajo de mis pies.
Me abrigo con pieles, con trapos y cartones, pero tengo frío. Me gustaría poder hervir mi corazón y mis dedos para sentir de nuevo la calidez del Sol, y de la vida.
Decidí antes de poder decidir nada a qué dedicaría mi vida, y me pregunto qué pude hacer tan mal por el camino y porqué los demás eligieron la muerte en su destino.
No recuerdo el sabor de un beso dulce, si lo intento se derriten mis labios y se deshacen como una vela de rosas rojas en mi cabeza. Quiero recordar cuando tenía a alguien, quien fuera, pero ya sólo son sombras borrosas por las tormentas de arena. Quiero recordar porqué merece la pena luchar, pero sólo recuerdo venganza, rencor y dolor.
Intento recordar el suave tacto de la ropa, de las flores o de la piel, pero me visto con picores, me cuesta respirar por la falta de flores y nuestras pieles parecen un dibujo abstracto en relieve, macabro y triste.
Si oigo un murmullo, unos pasos, el viento chillando, mis manos acarician los mangos de mis espadas y me voy en busca del origen de mis pesadillas, de mi vida, de mi dolor.
Si cierro los ojos unos minutos me despierto con miedo, si consigo dormir me despiertan mis vómitos.
No sé cuánto más conseguiré seguirles, cuánto más podré huir, aguantar o luchar.
Empiezo a pensar que es mejor morir luchando que conseguir vivir así.

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