Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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sábado, 5 de abril de 2014

De cómo vencí a mis demonios.

Yo era un desastre.
Una bala perdida.
Una lucha sin final.
Y llegaste tú quemándome con tus cigarros la piel y oscureciendo mi alma y mis pulmones. Así llegaste tú.
Enredando entre los hilos de sangre que yo ya había derramado sin ti.
Me ayudaste a arruinar todo lo que ya estaba derruido.
A quemar del suelo hasta el cielo todo en lo que yo pudiera creer.
Y te doy las gracias, si.
Por haberme quitado todo lo que nunca podría haber tenido.
Por haber roto mi mente en mil pedazos.
Por destruir la cordura de mis memorias, por construirme castillos en el aire, dragones de fuego en el cielo, armas en el suelo y dolor en las esquinas.
Cuando llegaste yo era una bala perdida, y tú colocaste ese revólver en mi mano.
Como quien coloca una bomba con sumo cuidado y luego olvida que le estallará en la cara sino se va lejos.
¿Qué esperabas de mí?
¿Un gracias, o un lo siento?
Te ves ahora tan pequeño... De tus ojos solo recuerdo ya la oscuridad, de tus labios solo recuerdo el movimiento, de tu alma solo recuerdo el fuego, esas heridas que me vendaba cuando te ibas, esos miedos que crecían bajo tus pasos, esa lucha que perdí cuando dije que estaría a tu lado.
Creíste, que podrías romperme, y pobre de ti, que lo que está roto no se puede volver a romper.
Y te doy las gracias, si.
Por enseñarme a sufrir, a callar, a luchar, a despedazar los trozos de mí que no quiero, a acabar con los gritos que me despertaban, a desengranar el miedo.
Ahora soy yo la que apaga los cigarros en tu piel.
Cuando llegaste yo sólo era una bala perdida.
Tú me enseñaste a dispararme.
Bajo mi ventana, disfruto al ver tu sombra maldiciendo mi existencia como la maldecía yo cuando eras tú el que estaba a este lado de la ventana. Maldiciendo aquél día en que confiaste en mí, como maldije yo una y tantas noches aquél día en el que me agarre a ti.
Y te doy las gracias, si.
Por seguir debajo de mi ventana, odiándome, recordándome quien pude no haber sido sino te hubiera vencido. Y mi victoria me acaricia el paladar cuando me despierto de una pesadilla y tú ya no estás.
Tú, tú, tú ya nunca más.
Tú, tú jamás volverás a estar.

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