Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

domingo, 29 de noviembre de 2015

Si te vas, llévate mi alma contigo.

El corazón me duele tanto que temo que al moverme se me pare de repente porque no pueda aguantar. Mis pulmones lo aprietan jadeantes, para que no se salga por mi garganta, pero él aún así, lo intenta.
Lo oigo en mi cabeza decir "Yo me quedo, yo me voy con él, no contigo".
Y me intenta hacer vomitar un te quiero que no alcanzo a decir porque mi aparato respiratorio está ocupado intentando obligar a mi corazón que oxigene mi cerebro.
Es difícil oxigenar un cuerpo mientras el corazón intenta desprenderse de las arterias y las venas para poder salir, así que ya, ni las piernas me responden.
No puedo pensar ni dejar de pensar continuamente, de forma obsesiva repito tus besos en mi cabeza, una y otra vez, y otra, y otra, y otra...
Y cuánto más lo pienso más me dice mi corazón "Yo te dejo aquí, yo me quedo entre sus brazos suaves y sus manos calientes". Y no me sale suplicarle que se quede, porque jamás pude pensar que doliera tanto decir adiós a un corazón que no está dentro de tu pecho.
Tanto, que, que el mío se quiera ir, es lo que menos me duele.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Te presento a mis demonios.

Cuando la vida te fuerza a ser una persona que nunca quisiste ser, te preguntas qué es la bondad y qué es la crueldad. Cuando los actos de los demás te escandalizan pero eres capaz de aceptar los tuyos como si fueran sólo producto de la naturaleza.
Cuando por primera vez, sientes el estómago retorcerse de dolor y de hambre, cuando por primera vez los ojos viajan a un mundo que no existe, porque no aguantan ver la realidad a la que están siendo sometidos.
Cuando por primera vez te rompen por dentro y te arrancan la esperanza de una vida próspera.
Cuando se meten en tu cabeza hasta que pierdes la noción de la verdad, la realidad, los recuerdos literales. 
Cuando en la vida tus demonios consiguen llevar el mando de tu espíritu y navegar por tu cuerpo hasta convertirlo en suyo, dejas de ser tú, y a veces, cuando te miras al espejo y te reconoces te asustas, te enfureces e intentas luchar contra los demonios que yacen en ti. Pero es tarde para ganarles.
Tarde para matarles.
Cuando por primera vez un alma abandona un cuerpo delante de tus ojos, entiendes hasta que profundidad estás metido en aquel pozo.
Cuando ya no escuchas la tristeza, la nostalgia, cuando has perdido la esperanza de volver a sonreír. Entiendes hasta dónde tienes metido a los demonios, odio y dolor.
Profunda pérdida de fe. En el mundo.
Ya no aprecias la belleza del ocaso, la cálida luz del Sol en días fríos, la poética oscuridad de la noche, ya nada importa, ya nadie ganará, ya nadie desea vivir. 
Cuando respiras y el aire te envenena, cuando bebes y el agua te ahoga, ya no eres tú, tus demonios han conquistado tu alma, y luchar contra ellos puede durar toda tu vida.
Toda la vida queriendo matar por no atreverse a matarlos a ellos.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Hasta que haga sangrar las rosas.

Siempre supe que los caminos de rosas tienen espinas todo el año y pétalos sólo en primavera.
Siempre supe que quizás era un camino demasiado oscuro para verlo con claridad tras mis ojos negros, siempre supe que las balas queman tanto al dispararlas como al sentirlas en la piel.
No puedo fingir sorpresa por estar al borde del ataque en cada abismo, no puedo amarrarme al miedo porque no tengo ese tiempo, no puedo pintar de colores el mundo que me rodea porque la sangre no salta de las paredes.
La primera vez que apunté con una pistola a alguien mirarle a los ojos era inevitable, sufrir su dolor, su miedo y su odio, también.
Pero no puedo fingir que me lo pensé. No soy esa clase de personas, que fingen ser mejores de lo que son, que han estado toda la vida escalando una montaña que termina en las nubes.
Recuerdo la primera vez que intenté salir de aquí, el corazón me iba tan rápido que oía los latidos con la fuerza de una bomba, no me rendí, porque hasta la muerte rendirse no tiene sentido.
Ya no me miro en espejos, ya no me planteo qué está bien y qué no lo está, ya poco importan los besos que di y los monstruos que intenté matar, ya poco importa lo que conseguí y lo que jamás llegue a tener.
Porque ahora sólo me importa acabar con todo aquello que quiere acabar conmigo.
Ya no escucho al miedo, la muerte está ahí, pisando mis talones y haciendo eco en mis palabras.
Ya no me da miedo, que llegue cuando tenga que llegar, que lo mucho o poco que consiga hasta ella, será suficiente para condenar mi alma al olvido.
Poco pueden hacer el alcohol, las heridas, el amor, y la esperanza para mí.
Duermo bajo la Luna, respiro el negro humo de la apatía hacia la vida.
Y es que ni a nadie le importa la Luna, ni a la Luna le importa nadie. Y bien que sigue ella ahí, arriba, protegida por las estrellas y brillando en la inmensa oscuridad.
¿Por qué he de rendirme yo ahora, en medio de está oscuridad y este caos? ¿Por qué he de llorar ahora por algo que se me impuso y no se podrá arreglar, por qué he de aceptar lo que me arrebataron como otra fase más de la vida? ¿Por qué he de rendirme a la muerte sólo porque me siga en cada paso y se lleve a todo lo que he tenido y querido en cada momento?
Si el proverbio dice que cuánto más grande es el caos, más cerca está la solución, la solución debe estar en mi arma y en la bala que nunca me quitaré del pecho.
Ni me voy a rendir, ni voy a dejar que piensen que me rendí.
Las rosas que cubren camas sólo dan esperanzas a base de pinchazos, no quiero rosas, no necesito pétalos para curarme las espinas que ellas me han clavado. ¡Arrancaré las espinas, acribillaré las rosas, acabaré con los jardines afilados, moriré entre espinas, pero, a quién le importa dónde morir si ya estás muerto!
¿A quién le puede importar las espinas teniendo una bala clavada en el pecho?
No seré yo, no seré yo quien huya de las espinas.
Que les den, que se mueran todas las rosas.



martes, 10 de noviembre de 2015

Nunca encontrarás un demonio por la calle.

A veces creo que los demonios rondan por las calles, te sonríen en las esquinas, te besan en las mejillas, te acarician el alma disimuladamente y te enamoran a base de heridas y curaciones.
Te regalan corazones negros, y los pintan de rojo con tu sangre.
Te duplican el ritmo de tus latidos para poder quedarse con la mitad de ellos, para ellos poder vivir, de tu corazón, de tu dolor, de tu agonía. Ellos no podrían vivir sin tu agonía.
Y voy buscando por la calle cuernos y rabos, tridentes de fuego y corazones carbonizados.
Pero nunca logró vislumbrar más que dolor en ojos tristes, rabia en ojos dañados, miedo en ojos erizados.
Los demonios no rondan por las calles, no duermen entre esqueletos y sangre, duermen en un colchón mojado de lágrimas, alcohol u orina.
Los demonios viven dentro de nuestros corazones encarnecidos, los demonios viven gracias a nuestra agonía, porque nosotros los hacemos nacer, los alimentamos, enfurecemos, enseñamos y cuidamos. Por el mismo dolor, por la misma rabia, por el mismo miedo a los demonios, nos creamos unos propios.
Y estos son los únicos que pueden acabar con nosotros.
Antes tenía miedo de salir a la calle y encontrar demonios. Ahora tengo miedo a que los míos me devoren, a veces tengo tanto miedo de qué hagan daño que alimento al demonio más cobarde.
Ahora vago por la calle viendo pobres diablos que nunca se liberarán de ellos, que nunca conseguirán salir de la esclavitud que ellos mismos se han provocado.
Antes tenía miedo, ahora sólo dolor.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Balas y conjuros en un corazón herido.

Mi corazón enfurece ante tus oídos,
mis sueños palidecen ante tus gemidos,
no me digas no llores.
No lloro por ti, lloro por mí.

Ojalá pudiera abrirme el pecho,
colgar mi corazón desecho,
clavarlo en una estaca en el techo.
Como si fuera una bandera,
que al entrar todos veneran.

¡Como si fuera mi orgullo,
y no un pequeño murmullo!
No me digas no llores.
No lloro por ti, lloro por mí.
No son lágrimas de dolor,
son lágrimas de soñador.

Porque soñé cosas que no estaban al alcance de mi alma,
de mi alma maldita que jamás sabrá lo que es la calma.
Y se ríe de mí, aquél que me maldijo, 
aquél maldito que me predijo,
que mi alma siempre se haría añicos.

Mi corazón es fuerte
porque tiene una bala que lo revierte.
Mi corazón es inseguro,
porque tiene una bala cerca y muy dentro, un conjuro.

¡No me digas no llores,
que no lloro por ti, sino por mí!
Porque esta bala no se puede sacar,
porque este dolor nunca se va a marchar,
porque es mi alma la que se va a marchitar.

Porque tus ojos oscuros se irán, 
porque vendrán otros que caerán,
porque otros ojos de mi corazón se inundarán,
porque otros, asustados huirán.

¡No me digas no llores,
porque no lloro por ti, sino por mí!
Que jamás se irá de mi lado esta maldición,
que arremete con fuerza contra mi corazón,
que me hace aullar a la Luna sin razón.

No me digas que no llore,
que no me queda más en la vida,
que esperar la muerte con ira.
Y esperar a volver a verte,
duele mucho quererte.

No me digas que no llore,
que no lloro por ti, sino por perderte.
Las lágrimas hacen que me olvide del dolor de mi bala,
Y eso por lo menos he de agradecerte.

Te pido perdón por haberte asustado,
disculpas por haberte querido,
sé que es demasiado pedirte
pero perdóname por no saber despedirme.

La bala en mi corazón.

Hay un agujero en forma de bala a dos centímetros de mi corazón, a veces me aprieta, a veces me duele, a veces no me deja respirar.
Por dos centímetros sigo viva, por dos centímetros no me consiguieron matar.
Recuerdo aquel día, recuerdo aquel día cada minuto de mi vida, recuerdo aquellos dos centímetros en cada aliento y en cada sueño.
La Luna me alumbraba débilmente cerca y lejos de mí, mi piel palidecía y brillaba bajo su fulgor y su sorpresa.
Yo flotaba y caía en un vacío negro y oscuro que para mi sorpresa ni me daba miedo ni me daba dolor.
Noté un vacío en el pecho, noté un frío que ardía a tan sólo dos centímetros de mi corazón.
Me pregunté en ese instante, si estaría muriendo.
Me pregunté en ese instante, que cojones le había pasado a todas las estrellas esa noche, porque sólo había una Luna vacía que apenas me alumbraba.
Mi corazón, que latía más rápido que las cuerdas de una guitarra en una canción de metal, se empezaba a saltar las notas como si fuera un principiante que nunca había tocado una canción en su vida.
Seguí flotando y cayendo en el vacío, con la mirada muy lejos de mis pies, caí de repente en un suelo que me arañó la cara, mi corazón lloraba, y me bañaba en lágrimas de 0+.
Recuerdo aquel día como sino hubiera vivido nada antes ni después.
A veces por el agujero siento que se me va la vida y el aliento, a veces, desearía no haberme despertado nunca de aquél sitio manchado de sangre, lágrimas y agua de borrajas.