Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Hijos del Sol, hijos de la Luna, hijos de la muerte que no abandona.

Las montañas se convirtieron en cuevas de oscuridad y hielo.
Las cimas se derruyeron para que nadie pudiera nunca alcanzarlas, el negro tiñó de miedo, vacío, pena y dolor todo el Norte de mi país dorado y rojo.
Los norteños olvidaron el miedo como viejos vikingos, y se hicieron como ellos armaduras con las pieles y los huesos de aquellos animales que les habían quitado hasta el agua de los ríos.
Las espadas son negras,sus ojos ahora son oscuros, no ven luz alguna en sus iris.
En vez de dragones que escupen fuego mataban monstruos con corazones de hombres que escupían oscuridad.
El Norte de mi país se volvió negro, y mi alma oscureció con él. ¡Yo que nací en sus praderas, en sus aguas aprendí a nadar, de sus animales me alimenté y aprendí a amar al Sol en ella!
No queda allí más que oscuridad y gente oscura, triste y furiosa, confusa y perdida que han olvidado como es el Sol y que odian a la Luna.

Las orillas se secaron y los pies de las colinas se convirtieron en carbón. Ya no hay mar por el que soñar o escapar. Sólo arena negra y una bola de fuego en el cielo que quema cada hierba que se atreva a nacer.
Nuestras pieles enrojecieron más que nuestra sangre, y nuestro corazón más que el mismísimo Sol, somos puro fuego. Todo lo que tocamos se deshace con nuestro rencor y nuestro odio.
Ya no perseguimos sirenas ni piratas, sólo a un puñado de monstruos mamíferos que se bebieron todo el mar y se quedaron con todo el oxígeno.
Arrancamos sus corazones rojos, pero no quemados como los nuestros, y los pusimos en la arena para que el Sol los friera sin aceite.
Devoramos odio y en odio nos hemos convertido.
El Sur de mi país se ha vuelto rojo y mi alma ha enrojecido con él. ¡Yo que me crié en sus olas, baile en sus arenas y aprendí a amar a la Luna en ella!

Odio al Sol, y odio a la Luna.
Odio a los dragones, las sirenas y los piratas por dejar de ser nuestro problema.
Yo, que tengo el alma quemada y congelada, oscura, fría y caliente, quemada.
Yo que no soy ni una vikinga del Norte ni una salvaje del Sur, sufro con estas letras, y estoy dichosa a la vez, por saber escribirlas.
Me miran los sureños con sus ojos grises quemados sus iris por el Sol igual que sus cabellos.
Y es que en vez de evolucionar y adaptarnos nos dejamos morir.
¡La naturaleza nos quiere fuera de ella!
No la culpo, hemos acabado con una bandera de sangre y carbón, ¡De playas sin mar y de montañas sin cimas!
Escribo con rabia en el corazón y dolor en el alma a sabiendas de que ningún ser vivo quedará para poder leer esto.
Ya no recuerdo la guerra civil, la mundial ni la vecinal. Se me mezclan entre cadáveres, Lunas muy rojas y gritos muy lentos en las pesadillas.
Matamos sí, a todos los que nos destruyeron, pero ¡A qué precio ser tan cobardes y avariciosos! ¡A qué precio ser tan egoístas y tan ignorantes!
Cuando los matamos, ya fue demasiado tarde.
El Norte ya era el hijo de la Luna y el Sur el hijo del Sol.
Nada pudimos hacer para que volvieran en armonía.
Ya no existe bandera, ni país, ni familias, sólo almas negras y rojas huyendo de una muerte inevitable.

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