Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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viernes, 3 de julio de 2015

Despedida al jardín de mi almohada.

Cuando empecé sólo tenía un lago de lágrimas bajo mi almohada, un montón de esperanza en mis sueños y una impaciencia que no me dejaba ni liar un cigarro. 
Nació de las patas de mi cama un sauce llorón que fue haciéndose grande y fuerte que se alimentaba del lago de mi almohada. De mi sangre y dolor brotaron rosas en mis sábanas a las que yo dedicaba todo mi amor por cuidar y evitar sus espinas.
Tardé mucho, mucho tiempo en criar unas amapolas blancas y azules de mi felicidad que empezaron a rodear cada rosa y cada hoja de mi sauce llorón.

Me han arrancado las rojas rosas que tenía acariciando mis sueños y han dejado las espinas en mi cama para que nunca las olvide cuando intente volver a soñar. Para que las sábanas no pierdan su color rojo intenso, pero sea por mi sangre y no por mis rosas.
Se han cargado mi jardín, mi fuente de oxígeno. Sólo queda el humo blanco del tabaco y la acumulación de dióxido de carbono de mis pulmones.
Ya no quedan rosas rojas, ni amapolas, ni mi pequeño gran sauce llorón bajo la orilla de las que habían sido mis lágrimas.
Han acabado con el sudor de mi esfuerzo, con lo que aprendí a construir de mis demonios y arrepentimientos. ¡Han acabado con el resultado de mis pesadillas, mis luchas ganadas y perdidas!
He tenido que quitar cada espina de mi cama; Con las manos desnudas sufría el escozor y el dolor de cada una, y le he dedicado a cada una el mismo cariño que le dedicaba a sus pétalos. De mis dedos ha brotado sangre, bañando mi cama con el mismo dolor con el que habían nacido mis rosas rojas.
No ha nacido ni una, ni una sola rosa más.
Fue demasiada sangre la que invertí, demasiadas lágrimas, demasiada felicidad la que me costó aprender a criar las amapolas.
He tardado mucho desde entonces en llorar, y aunque amaba aquél sauce llorón no tengo ninguna intención de volver a plantar otro. A suplantar el que ya tenía. No quiero sustituirle, una pérdida no debe sustituirse, debe asumirse, debe aceptarse. Cada flor es insustituible, y merece ese condecoro, ese honor de, que nadie pueda olvidarla porque, nunca habrá otra igual, merece ese... Ese recuerdo inmortal, ese hueco en tu corazón que nadie más debe llenar.
Nacerán de mí otras rosas, nacerán de mi otras miles de amapolas, y tendré de nuevo un jardín bajo el lago de mi almohada. No volveré a cometer los errores que con ellas cometí, crecerán más amapolas que nunca, no olvidaré las espinas de las rosas, querré a mi sauce, aunque me cueste mil lágrimas cada vez que quiera crecer.
Aprendí con ellas y nunca tendré otras iguales.
Tendré otro jardín, quizás pueda plantar otras flores, otros árboles, quizás nazca algún día un girasol que me dé la luz para que lo guíe.
Quizás ya no vuelva a ser el mismo jardín con aquella belleza melancólica que aprendía a ser feliz.
Quizás sea mejor, y duela menos; Pues, aquellas rosas, aquel sauce llorica y aquellas amapolas me han enseñado la relatividad del dolor, la felicidad en el olvido, la esperanza en la pérdida. No es que me vayan a doler menos las espinas que vengan, es que mis dedos tienen callos ya en las yemas.
Acabasteis con mi jardín, pero, yo todavía sigo aquí.
Nacieron de lo más horrible de mi, y lo convirtieron en lo más hermoso.

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