Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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miércoles, 15 de abril de 2015

Un único beso tuyo supera cualquier cama.

Tu lengua deja un sabor a deseo, aventura, chocolate con leche y licor de avellanas. Dulce y cálido.
Mi lengua se queda lamiendo el paladar durante minutos cada vez que dejamos de besarnos.
Lo recuerdo con tanto detalle porque apenas hace tres noches que soñé con tus besos. Me desperté con el sabor de tus labios y el olor de tu cuello, y mirando el móvil con la esperanza y el miedo de que tu hubieras soñado conmigo. 
Cuando leí tu nombre, el brillo de mis ojos iluminó la habitación pero la oscuridad de los tuyos me recordaron que estabas muy lejos, muy, muy lejos de mí.
Tan lejos, que los arañazos de mi espalda y los mordiscos de mis piernas ya no tienen tu firma, que tu tienes el cuello marcado con otro carmín y una caja de condones que siempre se acaba en el cajón donde yo guardaba mis bragas.
Encontramos sustitutos para nuestros platós privados y no me importa, porque los papeles de actores principales siempre serán para nosotros.
No digo que te quiera, sólo, que, tu voz me irradia de felicidad y bienestar. Y me consta que tú no me quieres. Pero me echas tanto de menos como yo a ti. No, no pienso en ti todos los días, quizás ni todas las semanas. Pero de verdad que te echo de menos. Sobre todo esa oportunidad perdida, eso que pudimos ser y no fuimos sin que nosotros pudiéramos decidirlo. 
Y puede ser algo cínico, leer tus mensajes sonriendo como si el corazón se me fuera a salir del pecho y bloquear el móvil para abrazar a otro que, ni eres tú, ni hace que sueñe con sus besos.
Pero lo nuestro nunca llegó a ser amor. Porque el universo nunca nos dejó querernos, y tú lo sabes. Sólo me envías mensajes cuando vuelves a estar solo y te acuerdas de aquellos ojos oscuros que podrías llegar a querer.
Y es que eres él.
El hombre del que podría querer algo más que una amistad o unos revolcones. El hombre, que me asusta, me da miedo y me acojona, porque eres ese hombre del que me podría enamorar. Los ojos oscuros con los que podría viajar hasta el fin del mundo sin pensarlo siquiera un segundo. Los labios que no me cansaría de besar. El hombre por el que no me daría miedo dejarlo todo, no me daría miedo quedarme abrazada junto a él sin más, quererle sin más y no estar con ningún otro.
Y por eso miro el móvil con miedo y esperanza.
Con el miedo, de volver a sentir algo, de darte ese poder, de algún día querernos, y con la esperanza, de que algún día el destino nos vuelva a dejar intentarlo. Y esta vez, nos deje el tiempo que nosotros queramos.
Y es que, aunque bese otros labios, aunque no sean tus caricias ni mis manos, sueño todavía contigo.
Sueño con volver a estar cerca de ti, y poder ir andando hasta tu casa, besarte, amarte y dormir.
Dormir junto a ti sin querer huir por la ventana a las cuatro de la madrugada.
Enamorarme de ti, y que te enamores de mi, y poder irnos, por fin.
A veces sueño contigo, recuerdo tus besos y te echo de menos. A veces sólo me duele saber que podría enamorarme de ti y no puedo. Y ojalá fueran tus besos los que me despertaran. Llámame cínica, llámame mala, pero recuerdo tus besos también con los suyos por las mañanas.

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