Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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miércoles, 22 de enero de 2014

El maullido de mis sueños.

Mi corazón se endurece y se ablanda según las estrellas que caigan esa noche sobre mi. 
Las vendas pobres que sujetaban mis heridas están tan empapadas que la sangre circula por toda mi piel, y las gotas hacen carreras sobre ella.
Llevo demasiadas horas despierta para un día en el que no pienso hacer absolutamente nada.
Las lágrimas se me han tatuado en la piel gracias al frío que junto a los arañazos me escuecen más que el alcohol en las heridas. 
Me agarro las entrañas mientras no respiro, como si por ese instante dejara de existir, que más quisiera yo, me araño las entrañas y no sé porqué.
Oigo los dulces maullidos de mi pequeña, y con un hilo de voz la llamo, la abrazo como si de cristal se tratara y le balbuceo al oído "tú eres todo lo que tengo, todo lo que me queda, todo". 
Ella se zafa de mis brazos y se va.
Vuelve cuando me nota calmada, concentrada en qué me dirían las perlas de sangre si me pudieran hablar.
Y mi pequeña se posa en mi estómago casi con más delicadeza con la que yo la había abrazado, con elegancia se hace un sitio y se duerme haciéndome sentir la mejor en algo en la vida, aunque solo sea ser un colchón.
Como la envidio, como desearía ser sus bigotes o su rabo, e ir danzando por los jardines en busca de algún ratón, esconderme de la lluvia y beber de sus charcos. Y nada más.
Tener los ojos tan miel, tan ámbar que al ámbar le daría envidia, y yo ni siquiera podría apreciar la belleza de mi mirada. Si supiera que en la próxima vida sería ella, lo sería sin más, diría adiós a este mundo para nacer debajo de un coche antiguo con el ruido de mis hermanos y la increíble sensación de no ver absolutamente nada de este mundo tan feo.
Como envidio a mi pequeña, sin adicciones y sin penas que curar.
El tacto de las nubes debe ser como el su pelo, que reconfortante tiene que ser no usar ninguna otra capa de piel que te cubra más que tu propia piel aterciopelada. 
Que libre, que salvaje, que sencillo, que feliz ha de ser bajo mis brazos, como desearía ser sus bigotes o su rabo e ir danzando por los jardines, por el bosque, por la vida.

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