Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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miércoles, 22 de enero de 2014

Dulce picante dulce.

Todavía siento el dulce sabor a victoria cuando acabe con ella, y el picante que perdura en mi desde entonces.
Dulce, en la punta de la lengua y en el paladar, con escalofríos de sabor al milisegundo de que la venganza rozara mis labios. 
Y el picante, en el pecho, como el curry, una sensación que te llena, de bienestar, de fuerza, de calor interno que dura mucho tiempo. 
En mi caso el dulce duró semanas y el picante toda la vida.
Tengo que decir, que no sé que sensación me hacía mas feliz, o menos infeliz.
Y ahora, se vacía mi corazón al ritmo de sus quejidos, se me desgasta el alma al compás de sus lágrimas, se me agotan el alcohol y las ganas.
Me rompe la piel con sus balas de dolor, con sus gritos de rencor, y sus ganas de venganza me perforan los oídos, allá donde vaya su dolor, su rencor y sus ganas de venganza van conmigo.
Allá donde me esconda el recuerdo me encuentra, allá donde busque el perdón, sus ojos me explotan en la cara, allá donde intento volver a empezar, ella me adelanta.
Allá donde encuentro calma, sabe a dulce. El mismo sabor dulce y picante, con el que empezó toda mi lucha, que es una lucha interna, en la que yo solo sé huir.
No puedo decir que soy más infeliz que antes de probar ese curry achocolatado, no puedo sin mentir.
Pero todavía hay una pequeña parte de mi que piensa que fue un error, que las lágrimas no se curan con más lágrimas, que el dolor no se paga con más dolor, quien sabe, quizás haya sido todo culpa mía, quizás este enferma, quien sino podría odiar y amar tanto un sabor tan explosivo, tan exquisito, que se te derrite en los labios y que te destroza el intestino.
Hacia dónde ir.
 

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