Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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domingo, 16 de octubre de 2011

Echarle alcohol al corazón♥.

Me levanté, con el pie izquierdo, como todos los días, sin saber de dónde sacaba las fuerzas para otro día y diciéndole a la mañana que le jodan. Como todos los días, todos los asquerosos días desde que la perdí y todo había vuelto a ser como antes. Una oscura espiral de odio e ira.
Antes de desayunar fui al estanco, tabaco, por favor, déjame que ahogue de alguna manera este dolor, ande hasta volver a llenar mis pulmones de negro humo, cinco cigarrillos de madrugada, y el resto después del café y la copa de licor. Bien largo, por favor, que el tabaco no me hace olvidar el dolor. 
Andaba mientras arrastraba el alma con los pies, y sin porqué me puse a correr, como una gacela que huye de su depredador, yo que huía de mis miedos. 
Fui a nuestro sitio preferido, el único sitio dónde me sentía cerca de ella, el mar y el cielo se reflejaban, la luna seguía en el cielo, el sol, todavía estaba amaneciendo. Pero, de qué me servía soñar, si al despertar ella no iba a estar compartiendo mi dolor, huyendo conmigo. De qué me servía soñar, si dejé que se fuera, ella ya no está. Y entonces grité, y grité hasta quedarme sin aire, grité por todas las veces que no quise gritar, grité hasta romperme la garganta, grité hasta hacerme daño a los oídos, grité con toda la fuerza que me quedaba grité.
Y cuando deje de gritar, oí, como a mi grito se le había unido otro grito más agudo.
Y la vi, gritándole a la vida. Gritándome a mí. Había ido allí, porque sabía que yo iría a verla, porque sabía que la seguía queriendo.

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